El dinero de la esclavitud

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El escudo masái, símbolo de fuerza, de transición, de coraje, es el punto de partida de este nuevo post. Aunque cada vez se tienen más en cuenta por su valor artístico, los escudos llevados por los guerreros masáis, de África oriental, tienen un propósito defensivo y transmiten mucha información sobre su portador gracias a los símbolos que los decoran. A cierta edad, los jóvenes masáis son circuncidados en un rito de iniciación para convertirse en guerreros o moran. Los símbolos (sirata) pintados sobre los escudos ovales de piel de búfalo proclaman su condición de guerreros, identificando tanto su grupo de edad y su clan como sus logros individuales. Los colores básicos utilizados son el negro, el blanco y el gris, reservándose el rojo para quienes se han probado como guerreros.

En la imagen vemos a un masái surante el rito de iniciación para convertirse en guerrero. Lleva túnica de color negro como símbolo de impureza, mientras otros guerreros masáis se han desplazado desde otras aldeas para prepararlo psicológicamente antes de la circuncisión. Imagen tomada en Ngoile, Zona de Conservación del Ngorongoro, Tanzania. Noviembre de 2014.
En la imagen vemos a un masái surante el rito de iniciación para convertirse en guerrero. Lleva túnica de color negro como símbolo de impureza, mientras otros guerreros masáis se han desplazado desde otras aldeas para prepararlo psicológicamente antes de la circuncisión. Imagen tomada en Ngoile, Zona de Conservación del Ngorongoro, Tanzania. Noviembre de 2014.

En la composición del escudo destaca el dibujo del sirata segira que recorre el centro del mismo y lo divide verticalmente en dos mitades iguales. Aunque los patrones y colores que configuran el sirata segira varían, se basan tradicionalmente en la concha de cauri, símbolo de poder y de buena fortuna. En esta división, el lado izquierdo queda reservado para que el mismo clan exhiba idénticos diseños de forma elíptica. Simboliza, por tanto, su pertenencia a un grupo homogéneo de moran (vinculados tanto por sus lazos de sangre como por su experiencia compartida). Mientras que los símbolos que decoran el lado derecho, transmiten información de su dueño, como por ejemplo haber sido autor de alguna hazaña admirable.

Pese a que el punto de partida de esta entrada es un escudo traído desde Tanzania en uno de los viajes que un buen amigo hizo en convivencia con comunidades masáis, el protagonista de este post es otro. Ni siquiera voy a hablar de África oriental, ni de la etnia masái, ni de la bandera de Kenia (que alberga en el centro un escudo masái con dos lanzas cruzadas y simboliza libertad). Esto lo dejo para otra entrada que tengo en mente. El objeto central aparece como símbolo en el escudo: el cauri. Símbolo que en Kenia significa poder y buena fortuna, en contra de lo que significó para muchos en África occidental.

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El cauri es un pequeño molusco gasterópodo de concha blanca que habita en las aguas de los Océanos Pacífico e Índico. Una de las especies es el Cypraea moneta. La mayor concentración de cauri de esta especie se encuentra en las islas Maldivas, desde donde se ha exportado durante siglos a otros puntos de Asia y a toda la región de África occidental. El cauri se ha utilizado en varias zonas del planeta: China, Indochina, Tailandia, Birmania, Japón, Hawái, Nueva Caledonia, Tahití; también en la Europa prehistórica e incluso fueron exportadas a América para comerciar con los indios. Pero los principales lugares en los que se utilizaba como dinero eran Bengala y África occidental.

Estos moluscos se extraían de dos formas: lanzando al mar hojas de palmera a las que se adherían, o a través de una forma de marisqueo en la orilla del agua. Una vez obtenidos los moluscos, se dejaban secar al sol, se enterraban en la arena y se lavaban. Cuando estaban preparados, se contaban y se colocaban en cestas.

El cauri servía para múltiples usos: como instrumento de poder, ornamento, lastre, mercancía, medio de pago, medio de cambio, patrón de valor, medio de acumular riqueza o incluso como medicina en la India.

La ruta que seguía el comercio del cauri por los europeos desde el Índico circumnavegaba África. A pesar de que los cargamentos pasaban por las costas de África, no se detenían en ellas para despojarse de la carga. Los barcos seguían hasta Ámsterdam o Londres y, desde allí, las conchas emprendían de nuevo un viaje a África después de ser subastadas. Esto se debía a que el cauri se utilizaba como lastre en la parte inferior de los barcos. Pero, además de lastre, se empleaba como mercancía. Una vez que el cauri llegaba a Ámsterdam o Londres, se producía un tráfico intraeruropeo de las conchas (a través de Francia, Portugal, Holanda, Inglaterra o Dinamarca). El interés que los comerciantes tenían en el cauri se debía a que la demanda de cauri en los lejanos reinos de África occidental convertía a estas conchas en el principal medio de cambio para adquirir esclavos. La masiva utilización de esclavos en las plantaciones americanas convertía a estos seres humanos en una mercancía muy deseada. Holandeses e ingleses fueron los verdaderos artífices del comercio del cauri convirtiéndolo en el dinero de la esclavitud. Supieron conjugar la demanda africana de cauri con la europea de esclavos, asociando los dos comercios. De esta manera, cuando el comercio de esclavos creció tanto en el s. XVIII, también creció el del cauri.

Escultura en la Casa de los Esclavos, Isla de Gorée. La Isla de Gorée fue el mercado más importante de esclavos para enviarlos a EEUU, el Caribe y Brasil. Aquí se estableció la base más activa del comercio de esclavos.
Escultura en la Casa de los Esclavos, Isla de Gorée. La Isla de Gorée fue el mercado más importante de esclavos para enviarlos a EEUU, el Caribe y Brasil. Aquí se estableció la base más activa del comercio de esclavos.

La venta de personas como mercancías era un fenómeno que existía desde la aparición de las primeras rutas comerciales. El tráfico de esclavos surgió a partir de la llegada de los europeos a África occidental. Ya en 1450, los portugueses habían adquirido esclavos en África para trabajar las tierras en el propio Portugal. Hacia 1520 ya puede hablarse de tráfico de esclavos, cuando los portugueses empezaron a enviar africanos a sus plantaciones brasileñas. España también intervino en este entramado. Para abastecer de esclavos su imperio americano, recurrió a comerciantes portugueses y luego a holandeses, franceses y británicos. Fue hacia 1630 cuando los holandeses se convirtieron en los principales suministradores de esclavos para las plantaciones del Caribe, especialmente para las de azúcar. Después, Francia, Inglaterra, Alemania y Escandinavia competirían con Holanda , hasta que ésta perdió el monopolio. Los europeos se aventuraron pocas veces en el interior de África en busca de esclavos por decisión de los soberanos africanos y por la existencia de enfermedades mortales. Los africanos controlaban el tráfico de esclavos del interior hasta la costa, mientras que los europeos se limitaban al embarque. Los agentes africanos eran asimismo responsables de la esclavización y el transporte de los capturados. Entre los esclavos se encontraban mayoritariamente prisioneros de guerra, también acusados de asesinato, brujería, deudas o robo, o personas con mala suerte.

El viaje en barco, conocido como middle passage o «pasaje medio», duraba entre dos y tres meses, dependiendo de los puertos de salida y llegada. En una de estas naves podían hacinarse más de cuatrocientos cautivos, separados en tres grupos: hombres; adultos jóvenes, y mujeres y niños. Estas personas eran sometidas a continuas vejaciones.

«Nunca se vio tanta miseria condensada en un pequeño espacio como en un barco negrero durante el middle passage» . William Wilberforce, abolicionista británico.

Las condiciones del viaje eran pésimas  y las tasas de mortalidad llegaron al doce por ciento a lo largo de cuatro siglos, pese a los esfuerzos de los esclavistas para intentar conservar la salud de los esclavos. Un medio para conseguirlo era el ejercicio físico. Se forzaba a los cautivos a subir a cubierta para que cantasen y bailasen, y si se negaban a participar en estas actividades podían ser golpeados. La disentería y otros trastornos intestinales eran las causas de muerte más comunes, aunque también se cobraban muchas vidas las enfermedades transmitidas por los mosquitos, como la malaria y la fiebre amarilla, junto al escorbuto y las dolencias respiratorias.

A partir de ahora, es muy posible que, cuando volvamos a ver una concha de cauri, la miremos con otros ojos. Detrás del cauri hay siglos de sufrimiento, de penurias, de esclavitud, de injusticia y de muerte.

Fuentes:

– Paz Moreno Feliú: El bosque de las Gracias y sus pasatiempos. Madrid, Editorial Trotta, S.A, 2011.

http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/historia/grandes_reportajes/9681/esclavos.html

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